Entrevista al Dr. Carlos Tajer

Dr. Carlos Tajer | Coordinador del Departamento Cardiovascular del Hospital El Cruce

[message_box  color=”blue”]1. ¿Por qué eligió estudiar medicina y luego dedicarse a la cardiología?[/message_box]

Desde que tengo memoria no tenía dudas que sería médico. Supongo que por una mezcla de deseos familiares y el contacto personal con un cálido médico de barrio, el Dr. Isaac Kraitman, que vivía a pocos metros de mi casa en Mataderos. La cardiología fue casi casual. Había sido ayudante de fisiología y farmacología, y mi mayor inclinación era hacia el medio-interno, que en la cátedra se unificaba con riñón y pulmón. Mi primera inflexión fue cursando la UH en el Durand, ante la brillante interpretación de una paciente con estenosis mitral sobre la base de los ruidos, su fisiopatología, en la boca del joven docente Horacio Prezioso. Luego de mis primeras guardias como practicante, también la fantasía de la intervención heroica del cuidado intensivo. Y también el descartar la psiquiatría y la diabetología. A pesar de mis tendencias psi, la cursada en el Moyano me disuadió, y apenas pude superarla sin temer quedar internado, y no tuve oportunidad de integrarme al brillante equipo de Faerman y Jadzinsky de nutrición y diabetes en el  Durand.

[message_box  color=”blue”]2. ¿Cuáles eran sus sueños u objetivos en sus inicios en la cardiología?[/message_box]

El final de la carrera en 1976 fue uno de los peores momentos de mi vida. Varios de mis mejores amigos habían huido, los que nos quedamos entendíamos poco y nada, la muerte acechaba, la Universidad era un caos y en los dos últimos años del gobierno electo la UBA había sido cedida a un fascista asumido, Ottalagano, lo que motivó mi salida de la cátedra de fisio. Con el golpe militar se produjo también el cierre de la cátedra libre de Fármaco de Ferder y Tessler en el Alvarez, a fines del 76. Mi ilusión era investigar y ser docente, y la Residencia en realidad fue un extraordinario refugio y marco de varios años para encausar una carrera que sinceramente no comprendía bien. A las pocas semanas de transitar el Hospital Italiano, ya mis ideales se reorientaron a la emulación de los médicos de planta que me producían admiración.

[message_box  color=”blue”]3. ¿Tuvo un mentor o referente que lo guió o influenció en su carrera?[/message_box]

Ingresé al Hospital Italiano y sin duda la terna Oliveri-Doval-Bazzino fueron una inmensa fuente de inspiración y guía, aún hoy en día. Las vueltas de la vida me premiaron con la posibilidad de trabajar estrechamente con Hernán Doval los últimos quince años en diferentes proyectos (Libro evidencias en cardiología, curso de formación de investigadores clínicos, revista argentina de cardiología). Terminada mi residencia, tuve la oportunidad de ingresar a la unidad coronaria del Hospital Argerich (aunque yo quería hacer hemodinamia) y trabajar durante años con Carlos Bertolasi, una figura incomparable por su creatividad científica y dimensión humana. Con sus pensamientos y principios sigo dialogando a menudo a pesar de su ausencia física hace ya cinco años.

[message_box  color=”blue”]4. Si mira hacia atrás, ¿cuál diría que fueron sus logros más importantes en su carrera?[/message_box]

Creo que puede resultar más interesante analizar mis fracasos. Comencé expulsado de las cátedras de fisio, excluido de la de fármaco, al finalizar mi residencia no pude quedarme en el Hospital Italiano, intenté ingresar a la Unidad coronaria del Hospital Israelita donde no tuve oportunidad, y como un milagro la oportunidad de la UCO del Argerich. La cálida gestión de Carlos Nijenson me vinculó con Carlos Bertolasi a quien había conocido en los exámenes de Residencia y por coordinar junto con él una de los cuatro temas de las que resultarían las primeras jornadas interresidentes en 1980. Trabajé 15 años en el Argerich, y tentado por instituciones privadas comencé un proyecto en la Clínica Bazterrica, llevando como colaboradores a Adrián Charask y Carlos Barrero, y luego en el Sanatorio Antártida. La gente de Bazterrica se disgustó conmigo por mi doble pertenencia y tuve que retirarme. Luego de cinco años en el Antártida se produjo una crisis, y nuestro grupo fue reemplazado por otro y luego el Sanatorio terminó en una quiebra fraudulenta. Mi desarrollo en el Hospital Argerich se había agotado en muchos aspectos, y comencé un proyecto nuevo en el Sanatorio de la Providencia, hasta la crisis del 2001, donde no pudimos renovar el contrato. Comencé luego un proyecto en el Instituto Alexander Fleming, con algunos logros y muchas limitaciones. Y tuve la suerte de poder acompañar el fantástico proyecto del Hospital El Cruce de Florencio Varela, creo que en este momento el hospital público mejor equipado en cardiología en el país, donde pude retomar con mucho entusiasmo mi carrera médica hospitalaria perdida. En la sociedad de cardiología luego de años de desarrollar un fuerte comité de investigación fui excluido por varios años de participar en el medio de torpes desencuentros personales. Podría enumerar otros fracasos (instituto cardiovascular de zona norte) pero sería probablemente aburrido. Me resultaba cómico hace uno años, cuando alguien quería presentarme en un Congreso y se veía obligado a preguntarme: vos donde estás ahora? Seguís en el… y allí aparecía alguna referencia a instituciones que quizá no visitaba en las últimas dos décadas.  El lector podrá ver que esto es todo lo contrario del modelo de una carrera médica, pero creo que mi mayor logro ha sido mantener siempre vigente el consultorio personal, y no perder las ganas de estudiar, investigar, publicar y mantener un rol activo que ha consolidado una identidad personal fuera de las instituciones. En la crisis del 2001, habiendo perdido el contrato de mi mayor fuente de ingresos, con deudas, un dólar inestable, la plata en el corralito, en fin, un desastre, le propuse a Roberto Reussi aprovechar mi semidesocupación para hacer en conjunto un libro de Evidencias en Medicina Interna, que tuvo en este caso bastante éxito.
Luego de esta larga lista de catástrofes, debo confesar que considero mis mayores logros (compartidos en su mayor parte) haber podido dirigir varios proyectos de registro e investigación multicéntrica, el capítulo de fisiopatología coronaria de los libros de Bertolasi, haber colaborado en la formación de médicos jóvenes en varias instituciones, el dictado del curso de formación de investigadores desde 1996, el curso virtual de investigación clínica, la creación de la epicrisis computada que es el mayor registro de cardiopatías agudas de América latina, el libro Evidencias en sus VII ediciones con sus desarrollos paralelos, actualmente con el primer (creo) app cardiovascular argentino Evicardio aprobado por Apple store, play store y black Berry, haber dirigido durante cuatro años la revista argentina de cardiología, y en los últimos diez años el desarrollo de los aspectos psicológicos de la enfermedad cardiovascular a través de un libro (El corazón enfermo) y mi acercamiento a la medicina narrativa.

[message_box  color=”blue”]5. ¿Qúe significa la SAC en su carrera?[/message_box]

Mis primeros años en el consejo de emergencias cardiovasculares con un grupo de los creadores de la Unidad Coronaria en la Argentina fueron un bautismo muy enriquecedor. Colaboré con docencia, y fui cofundador del Comité de Investigaciones que llegué a dirigir y al cual le dediqué muchas horas y esfuerzos y obtuvimos logros ciertos. Me tocó luego un período de ostracismo y un ingreso silencioso al comité de Redacción de la Revista Argentina de Cardiología, donde bajo la tutela de Raul Oliveri primero y Hernán Doval después colaboré para su maduración actual. Durante cuatro años dirigí la Revista, lo que me permitió escribir temas varios de medicina dedicándoles un número de horas que no podría haber tenido de no mediar la obligación de hacerlo, y que maduró en un primer libro de artículos y que quizá termine en otro con el título Alegría del Corazón. La Presidencia no estaba en mis planes, es sin duda un honor pero también un desafío muy diferente al de mi desarrollo académico en la SAC, habiéndome mantenido casi al margen de los manejos políticos hasta hace muy poco. En resumen, podría decir que una parte importante de mi carrera personal ha sido durante treinta años la SAC.

[message_box  color=”blue”]6. Sino hubiese sido médico, ¿qué hubiese sido?[/message_box]

Docente de algo. De chico era lo que en esa época se llamaba un gordito traga libros. Leí completo los 20 tomos del tesoro de la juventud antes de los 12 años, y durante la primaria y secundaria asistí tanto a una escuela pública como en el doble turno a una escuela judía primaria y luego secundaria, siendo formado para maestro. He disfrutado como nada la docencia, y no puedo dejar de pensar cuando leo lo que fuera en cómo lo explicaría. Se que si no lo puedo explicar bien no lo he entendido. La docencia siempre fue un placer, y he dado charlas y cursos de los temas mas diversos extramédicos. Si no me hubieran echado de Fisio hubiera tratado de ser investigador y docente en básica, aunque tenía algunas pretensiones humanísticas. Cuando ingresé a Medicina en esa época con examen de ingreso, también aprobé el Ingreso a Sociología pero debo confesar que la medicina me atrapó. A diferencia de la docencia, conquistar el placer de la tarea médica me resultó muy trabajoso y difícil, no fue nada natural. El contacto con el sufrimiento, la decadencia y la muerte en mis primeros años de carrera, con la falta absoluta de contemplación de los aspectos humanos de los médicos residentes en esa época me resultaron muy duros. Agradezco a mis muchos años de tratamiento psicoanalítico haber podido superar problemas y enriquecer mi mirada para valorizar y disfrutar de una de las prácticas más trascendentes que puede encarar un ser humano, el cuidado y la ayuda al sufriente.

[message_box  color=”blue”]7. ¿Qué mensaje le gustaría trasmitir a los cardiólogos jóvenes?[/message_box]

El primero es que traten de tener una carrera más ordenada que la mía. Lamentablemente la Argentina no brinda hoy esa posibilidad, como tampoco un sistema de salud integrado, sino justamente fragmentado. Hay centenares de carreras médicas, casi no hay concursos, en la mayor parte de los trabajos con excepción de la residencia se entra por amigos o conocidos, no recuerdo que un prepago haya hecho un concurso en los últimos 20 años, un médico municipal no puede concursar en un hospital provincial, ser premio Nobel vale 0,5 puntos y dos años de guardia 2 puntos, etcétera. ¿Cómo orientarse en este panorama?

Lo primero, y no es por hacer publicidad, intégrense con fuerza a la Sociedad Argentina de Cardiología. Para los jóvenes es un ámbito excepcional, colaborativo, que da muchas posibilidades a la creatividad y a proyectos imposibles muchas veces desde la instituciones individuales, y que a su vez tienen impacto sobre la comunidad.

Si quiere lograr una buena posición económica, no tengo sinceramente la menor idea para sugerirles, y mi mayor mensaje es que no me pregunten a mí. Si igualmente insisten y referido ya a otros aspectos de la dimensión médica, diría que hay dos condiciones que facilitan mucho el desarrollo futuro y pueden ser considerados apuestas fuertes: la búsqueda de la excelencia en lo que se hace capacitándose al extremo, y el cultivo de los vínculos humanos y personales.  Y en lo personal, cultivar la reflexión sobre la práctica y su dimensión humana trascendente, a través de todos los medios posibles, sea la psicoterapia personal, la medicina narrativa, los grupos de debate.

Y yendo un poco más en profundo, entender que en la medicina y la cardiología argentina está todo por hacerse. En la próxima generación deberán lograr un sistema médico racional, una carrera médica universal y ordenada, una equiparación de los niveles de acceso a la atención médica con equidad, madurar una carrera de investigación que permita aprovechar el inmenso caudal intelectual desperdiciado actualmente y producir patentes y desarrollos propios, un mejor entrenamiento humanístico de la profesión y un enriquecimiento de sus valores. Esto no podrá darse si toda nuestra comunidad no evoluciona hacia mejores formas de gobierno, y es crucial tomar en cuenta que los profesionales somos parte de la intelectualidad que puede pensar ese futuro y puede influir corporativamente o en forma individual para su modificación.

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