¿Influye el optimismo durante la internación por primer IAM en el riesgo de mortalidad a largo plazo? Un estudio de cohorte prospectivo

Por el Dr. Fernando Sito, Secretario Técnico del Consejo de Aspectos Psicosociales en Cardiología

Optimism During Hospitalization for First Acute Myocardial Infarction and Long-Term Mortality Risk: A Prospective Cohort Study.
N Weiss-Faratci, I Lurie, Y Benyamini et al.
Mayo Clin Proc. 2017;92(1):49-56.

Con la aparición de un enfoque biopsicosocial para comprender la salud y la enfermedad en los últimos años, se han identificado varios factores relacionados con el bienestar psicológico como predictores de salud. Un ejemplo de tal factor es el optimismo, una construcción importante dentro del campo de la psicología positiva, que previamente se ha asociado con la mortalidad y otros resultados adversos de salud tanto en la población general como en pacientes seleccionados por cohortes.

Pero lo más interesante es que se han considerado varias maneras en que estos modelos pueden afectar la salud a través de mecanismos fisiológicos y psicosociales. Por otra parte, se ha sugerido que las intervenciones psicológicas pueden aumentar el nivel de optimismo, destacando las implicaciones clínicas potenciales, con (falta de) optimismo como un factor de riesgo modificable.

El objetivo del estudio que presentamos fue evaluar la asociación del optimismo como disposición, definido como expectativas positivas generalizadas sobre el futuro, y la mortalidad a largo plazo en sobrevivientes de infarto de miocardio (IM).

Los datos fueron extraídos del Estudio de Israel de Primer infarto agudo de miocardio (ISFAMI), un estudio longitudinal prospectivo de 1.626 pacientes con primer infarto de miocardio, menores de 65 años que fueron admitidos en 8 centros médicos en entre el 15 de febrero de 1992 y el 15 de febrero de 1993. El período de seguimiento medio fue de 22,4 años.

La disposición al optimismo, fue medido usando una versión adaptada de la Prueba de Orientación de Vida original (LOT).

Las tasas de densidad de incidencia para la mortalidad en tercilos de optimismo creciente fueron 25,4, 25,8 y 16,0 por 1.000 personas-año, respectivamente (P <0,01). Con ajuste secuencial para las variables demográficas, socioeconómicas, clínicas, depresión y apoyo social se observó una disminución de la mortalidad asociada con el tercilo superior (HR ajustado, 0,67; IC 95%: 0,47-0,95).

Los autores sugieren que, si bien en la literatura se relaciona a las emociones positivas como potenciadoras de comportamientos de autocuidado en la salud, el optimismo juega un papel biológico directo en la reducción de la mortalidad, siendo relacionado con niveles saludables de lípidos, antioxidantes, interleuquina 6 y fibrinógeno; mejora de la función endotelial y progresión más lenta de la aterosclerosis carotídea.

A pesar de las objeciones metodológicas que se puedan realizar a este estudio, contamos con un extraordinario tiempo de seguimiento, lo cual propone al menos un llamado a la reflexión por la oportunidad de impacto a largo plazo con posibles intervenciones psicoemocionales.

Podemos avizorar el valor que tiene el entender las bases biológicas de la sensación, la percepción, el aprendizaje, la memoria, la emoción y la integración sensorial ante una experiencia disruptiva como un infarto de miocardio en la vida de una persona. Traducido todo esto ni más ni menos que en el riesgo de mortalidad a largo plazo.

Futuras investigaciones tendrán el desafío de aclararnos más a este respecto.

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