Gilgamesh de Uruk, y el corazón del Toro del Cielo

Gilgamesh, rey de Uruk, ciudad de la antigua Sumeria, en la Mesopotamia definida por el Tigris y el Éufrates, es un rey despótico. “Dos tercios de él son dios, un tercio de él es humano. El empuje de sus armas no tiene par… no deja el hijo a su padre; día y noche es desenfrenada su arrogancia… no deja la doncella a su madre, ¡La hija del guerrero, la esposa del noble!”

Los dioses escuchan las quejas de los habitantes de Uruk. La diosa Aruru crea en la estepa con arcilla a Enkidu, para que se enfrente a Gilgamesh y lo venza. Enkidu es un salvaje, la contraposición perfecta del urbano Gilgamesh. “Hirsuto de pelo es todo su cuerpo, posee cabello de cabeza como una mujer. No conoce gentes ni tierra… Con las gacelas pasta en las hierbas, con las bestias salvajes se apretuja en las aguadas, con las criaturas pululantes su corazón se deleita en el agua”.

El primer contacto de Enkidu con la civilización es con una prostituta, con la que pasa seis días y siete noches. “Nada sabe Enkidu de comer manjares; a apurar bebida fuerte no le habían enseñado. La ramera abrió la boca, diciendo a Enkidu: «Come el alimento, Enkidu, porque es deber de vida; consume la bebida fuerte, porque es costumbre de la tierra». Enkidu comió el alimento, hasta que se hubo saciado; de bebida fuerte apuró siete copas. Despreocupado se hizo su talante y alegre, su corazón exultó y su cara resplandeció. Frotó… el pelo de su cuerpo, ungióse con óleo, se hizo humano. Se puso vestidos, ¡es como un novio!”. Y la ramera lo insta a conocer a Gilgamesh. “Tú eres sabio, Enkidu, eres como un dios!… ¡Ea!, deja que te lleve a la amurallada Uruk, al santo templo, morada de Anu e Ishtar, donde vive Gilgamesh, perfecto en fuerza, y como un buey salvaje señorea sobre el pueblo»

Enkidu entra en Uruk y se enfrenta a Gilgamesh, pero de ese enfrentamiento surge la amistad. Juntos combaten a Humbaba, un ser monstruoso, y lo vencen. Ishtar, la diosa del amor, cuyos favores son pagados con la muerte o la desgracia, pretende a Gilgamesh como amante (“¡Ven, Gilgamesh, sé tú mi amante! Concédeme tu fruto. Serás mi marido y yo seré tu mujer”), pero éste, sabedor de la suerte que espera a los que consienten, se niega. Ishtar enfurece, y pide a Anu, su padre: «Padre mío, ¡hazme el Toro del Cielo para que castigue a Gilgamesh,… Si tú no me haces el Toro del Cielo, quebraré las puertas del mundo inferior,… levantaré los muertos roídos y vivos ¡para que los muertos superen a los vivos!»

Anu cede a los reclamos; el Toro del Cielo baja a la Tierra y mata centenares de hombres con sus dos primeros resoplidos. Con su tercer resoplido salta sobre Enkidu, que lo detiene asiéndolo por los cuernos, e hincando Gilgamesh su espada entre el cuello y las astas le da muerte.

Entonces… “Cuando hubieron matado al Toro, arrancaron su corazón, colocándolo ante Shamash. Retrocedieron y rindieron homenaje a Shamash”. Shamash, el destinatario de la ofrenda, es el dios del sol, y hermano gemelo de Ishtar.

La muerte del Toro será vengada por Ishtar: Enkidu caerá enfermo y perecerá. Y la muerte de Enkidu hará despertar en Gilgamesh el temor y la angustia por la certeza de su propio final. Nuevas aventuras le esperarán, pero no podrá escapar de su destino cierto.

El Poema o Epopeya de Gilgamesh, la primera obra épica de que se tenga noticia, fue escrito entre 2.000 y 2.500 A.C, en lengua sumeria, en caracteres cuneiformes. Sucesivas versiones fueron apareciendo en los siguientes siglos, en lenguas acadia e hitita. De ellas quedan fragmentos. La más completa que se conoce es la escrita bajo el reinado del rey Asurbanipal de Asiria, creador de la biblioteca de Nínive, en idioma babilonio, en el siglo VII A.C. Como toda reescritura, incorpora elementos de distintas versiones previas. El poema toca los temas que son propios al género humano desde el origen de los tiempos: el amor y la muerte. Aunque poderoso y fuerte, Gilgamesh deberá aceptar que su futuro es el de todos. Se ha señalado la influencia de la Epopeya sobre la Odisea (el peregrinar del héroe por lugares lejanos enfrentando diversos peligros) y la Biblia (el mito del diluvio universal ya está presente en el cantar de Gilgamesh, que conocerá a Utnapishtim, el análogo de Noé).

Diferentes menciones se hacen al corazón a lo largo de la obra, en las quejas de Gilgamesh al ver que no puede torcer su camino (“¿Por quién se gasta la sangre de mi corazón?”), en su caracterización del mismo como asiento del espíritu o el pensamiento (“¡Mi corazón te había imaginado…”), o, concretamente, como expresión de la vida (“Tocó su corazón, pero no late.”).Pero también, y aquí un dato de importancia histórica, en la mención al sacrificio del corazón del toro al dios del Sol. Es la primera mención literaria que se conozca a la ofrenda de un corazón animal a los dioses. Otras civilizaciones, ignorantes sin duda de Gilgamesh, repetirán el sacrificio, y, como veremos más adelante, no solo corazones de animales serán ofrecidos a la Divinidad.

Jorge Thierer

Fuentes consultadas

Una Historia del Corazón. O. M. Hoystad. Ed. lengua de Trapo y Ed. Manantial, 2008.

La leyenda de Gilgamesh. Ed. Biblioteca Digital, ILCE.

 

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