Vegetarianismo, microbiota y salud cardiovascular: mirando hacia atrás y hacia adelante…

European Journal of Preventive Cardiology (2022) 29, 1895–1910 https://doi.org/10.1093/eurjpc/zwac128

Las dietas poco saludables representan casi el 26 % de todas las muertes, de las cuales el 84 % se atribuyeron a enfermedad cardiovascular (ECV). Se ha sugerido que las dietas basadas en plantas (PBD) reducen la incidencia de varias enfermedades cardiovasculares y cardiometabólicas.

Una PBD modifica favorablemente la microbiota intestinal, ayuda en la homeostasis inmune y atenúa la inflamación. Un importante metabolito de la microbiota, los ácidos grasos de cadena corta, mantienen la barrera de la mucosa, estimulando la motilidad intestinal y disminuyendo la permeabilidad. Además, actúan como sustrato para la glucosa intestinal y mejoran el circuito neural intestino-cerebro que impacta sobre la saciedad y la sensibilidad a la insulina.
Las PBD también disminuyen la producción del metabolito proaterogénico N-óxido de trimetilamina (TMAO) y nefrotoxinas como sulfatos de indol y p-cresol.

La calidad de los carbohidratos, evaluada por el índice glucémico (GI) y la carga glucémica (GL), es un determinante de las acciones fisiológicas de los carbohidratos. Un metanálisis realizado por Barclay et al. mostró que las dietas bajas en IG y GL se asocian con un menor riesgo de ECV. Las PBD han demostrado tener un IG y GL bajos. A pesar de ello algunas dudas quedan en relación a esta patente dietaria. Las PBD a menudo son restrictivas, lo que genera dudas sobre la adherencia. Otro desafío importante es la duración de los estudios, a excepción de unos pocos estudios, la mayoría tienen menos de un año de seguimiento.
Las PBD son frecuentemente bajas en contenido de grasas y relativamente altas en carbohidratos. Esto se asocia con una reducción del HDL-C. Por otro lado, la disminución simultánea del LDL-C dificulta la evaluación del riesgo cardiovascular. Las reducciones promedio de las concentraciones de CT y LDL-C luego de una intervención dietética vegetariana fueron de 0,36 y 0,34 mmol/L, respectivamente, lo que corresponde a una disminución en el riesgo de ECV de aproximadamente un 10%. Asimismo, los PBD se asociaron con una reducción general de la PA sistólica en 4,8 mmHg. El artículo de Ornish et al. muestra que una dieta vegana baja en grasas se asoció con la reversión de las lesiones de las arterias coronarias. Se necesita un trabajo significativo en este concepto para comprender el potencial terapéutico de los PBD en el manejo de las ECV.

Conclusiones y comentarios personales:
La PBD genera un impacto positivo en la interacción microbiota-intestinal-huésped y su efecto sobre el metabolismo energético, la inmunidad del huésped y la inflamación local y sistémica.
La popularidad de PBD han aumentado a nivel mundial en las últimas décadas por razones de salud, éticas y ambientales. Como se destaca en esta revisión, las PBD se han estudiado ampliamente por su papel en la prevención de ECV y sus factores de riesgo. Sin embargo, varias preguntas siguen sin respuesta. Una comprensión más profunda de los mecanismos moleculares subyacentes a las PBD abre las puertas a planes de alimentación individualizados. Además, la alteración de la relación de la microbiota intestinal con el huésped a través de la nutrición tiene el potencial de tratar trastornos que son mediados por el sistema inmunitario o asociados al mismo, así como los metabólicos. El énfasis debe estar en hacer elecciones sabias de alimentos, porque puede ser difícil categorizar las dietas como saludables o no saludables basándose solo en la fuente del alimento (vegetal o animal).

Comentarios de: Dr. Ezequiel Forte – MTSAC/FSIAC – Director del Consejo de Cardiometabolismo

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