Reestenosis carotídea mayor a 50% y ACV

Por Alejandra Folgarait

[column col=”1/3″]Reestenosis carotídea mayor a 50% y ACV[/column]

El vínculo del corazón con el cerebro recibe cada vez más atención por parte de cardiólogos y neurólogos. El “puente” vascular entre ambos órganos –las dos arterias carótidas- es frecuentemente estudiado mediante ecodoppler con la intención de detectar placas de ateroesclerosis y, eventualmente, intervenirlas para prevenir la producción de un accidente cerebrovascular.

Sin embargo, este tratamiento muchas veces no es una cura, y la carótida intervenida puede volver a ocluirse parcialmente (reestenosis). Según un reciente estudio, la reestenosis mayor al 50% aumenta no sólo tres veces el riesgo de un ACV ipsolateral (del mismo lado de la carótida ocluida) sino que también duplica el riesgo de un ACV asociado a la carótida no reestenosada.

El análisis secundario del ensayo clínico conocido como International Carotid Stenting Study (ICSS) fue publicado en Lancet Neurology y revela que la reestenosis es mayor en pacientes que recibieron un stent para resolver su enfermedad carotídea sintomática que en quienes recibieron un procedimiento quirúrgico (endarterectomía) para resolver una oclusión del 50% o más de una arteria del cuello. Pero los pacientes reestenosados que habían pasado por una endarterectomía tuvieron más ACV ipsolaterales que los intervenidos con angioplastia y stent, según el estudio liderado por liderado por Martin Brown, profesor del Instituto de Neurología del University College London. En cambio, no se encontraron diferencias entre los dos tratamientos respecto del riesgo de reestenosis carotídea mayor a 70% y la ocurrencia subsiguiente de un ACV.

El ensayo clínico ICSS incluyó a 1530 pacientes que fueron tratados en dos grupos (con endarterectomía o con stent) y seguidos con ecodoppler. Una reestenosis moderada (50% o más) fue observada en 274 pacientes después de la angioplastia carotídea (lo que equivale a un riesgo de 40% a 5 años) y en 217 tras la endarterectomía (riesgo 30% a 5 años).

“Este estudio es muy importante porque confirma que el ACV es un tema sistémico, puede producirse como consecuencia de una carótida reestenosada o de la que no ha sido tratada”, señala Ignacio Bluro, director del Consejo de Medicina Vascular de la SAC. “La reestenosis, en verdad, es un marcador de que la enfermedad aterosclerótica está activa”.

“Los factores predictores de reestenosis sintomática, según este estudio, son el tabaquismo, la diabetes, el colesterol elevado y el sexo femenino”, agrega el cardiólogo argentino. “Lamentablemente, no sabemos qué pasó con los eventos coronarios pero, igualmente, ningún trabajo muestra que el tratamiento de la reestenosis carotídea sirva para algo”, señala Bluro.

Si bien la endarterectomía es generalmente preferida por los especialistas a la hora de eliminar una placa aterosclerótica de una carótida, el stent se prefiere en ciertos pacientes con estenosis carotídea sintomática. Y aunque las guías no recomiendan estudios de seguimiento tras la revascularización, en la práctica la mayoría de los médicos indican un ecodoppler de control a los 6 y a los 12 meses para evaluar la proliferación de células, inflamación u otros daños en la pared arterial y una posible reestenosis. En la enfermedad carotídea asintomática, sin embargo, el tratamiento quirúrgico o la angioplastia no siempre se recomiendan. “El riesgo de complicaciones al operar una lesión reestenótica es alta, de modo que la ecuación riesgo-beneficio es menos favorable para un paciente con reestenosis asintomática”, escribió el cardiólogo Seemant Chaturvedi, de la Universidad de Miami, en un comentario que se publicó junto con el estudio en Lancet Neurology.

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