Más voces contra los cigarrillos electrónicos

Por Alejandra Folgarait

[column col=”1/4″]Más voces contra los cigarrillos electrónicos[/column]

Las campañas para dejar el cigarrillo y las leyes que decretan ambientes libres de humo se han multiplicado con éxito en todo el mundo. Sin embargo, en la lucha contra el tabaco aún restan algunos puntos controvertidos, particularmente en relación con los cigarrillos electrónicos. Esta semana, tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la American Heart Association (AHA) se pronunciaron en su contra y llamaron a una prohibición de su venta a menores.

Desarrollados originalmente en China hace una década, los cigarrillos electrónicos se diversificaron mucho en los últimos años, al punto de que hoy existen más de 450 marcas en el mundo. Estos dispositivos funcionan a batería y contienen básicamente un cartucho con un líquido donde se combinan diferentes compuestos químicos (propilenoglicol, glicerina, formaldehido, nicotina) y aromas.

El nivel de nicotina que contienen los cigarrillos electrónicos varía entre 11 y 36 mg aproximadamente. Al inhalarse el dispositivo, se calienta el líquido y se transforma en aerosol. La persona inhala la nicotina y exhala el vapor. Si bien los primeros cigarrillos electrónicos se parecían a los tradicionales, los dispositivos de última generación –conocidos como “vaporizadores”- contienen un software que permite a los usuarios controlar la liberación de la nicotina.

En Estados Unidos la venta de estos dispositivos es libre y se estima que el mercado podría llegar a los 17.000 millones de dólares en 2017, según una estimación de la empresa Wells Fargo Securities, y superar el mercado de cigarrillos tradicionales a partir de 2020. De ahí la preocupación de la American Heart Association (AHA), que acaba de reclamar que el cigarrillo electrónico sea prohibido para la venta en los jóvenes, sea regulado como un producto derivado del tabaco por la Oficina de Drogas y Alimentos (FDA) y sea incluido dentro de las leyes de ambientes libres de humo.

La declaración de la AHA, fundamentada en un trabajo publicado en Circulation, advierte sobre el riesgo de incorporar a los jóvenes al tabaquismo a través de una naturalización del hábito de inhalar nicotina a través de este dispositivo. Los jóvenes suelen encontrar atractivo el uso de cigarrillos electrónicos, que son diseñados con aromas que les gustan (chocolate, chicle, café, panceta, frutas).

“Estudios recientes sugieren que los cigarrillos electrónicos podrían ser una puerta de entrada al tabaco tradicional para la juventud y renormalizar el fumar en nuestra sociedad. Estos desarrollos preocupantes nos han convencido de que los e-cigarettes deben ser fuertemente regulados, investigados a fondo y monitoreados de cerca”, expresó la AHA.

Otros científicos también habían reclamado que la FDA regule el marketing de los cigarrillos electrónicos, sobre la base de su potencial adictivo para los jóvenes y el creciente uso de estos dispositivos por parte de los adolescentes estadounidenses.

Por su parte, la OMS presentó esta semana un informe sobre los ENDS (electronic nicotine delivery systems o sistemas electrónicos de distribución de nicotina) en el que promueve una prohibición mundial al uso de cigarrillos electrónicos en ambientes cerrados, a la venta de estos productos a menores de 18 años y a su publicidad. Además, la OMS advirtió sobre la tendencia de las grandes empresas tabacaleras a sumarse a la “moda” de los cigarrillos electrónicos. En 2013, advirtió el organismo sanitario, se vendieron cigarrillos electrónicos por un total de 2.000 millones de dólares en el mundo.

¿Reducir o eliminar el daño?

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La posición de la OMS levantó polvareda entre quienes sostienen que los cigarrillos electrónicos son una opción menos peligrosa que el tabaco para quienes fuman, ya que contienen nicotina pero no la mayoría de las sustancias tóxicas de los cilindros de papel.

Gerry Stimson, profesor emérito del University College London e investigador en adicciones criticó duramente a la OMS por tomar decisiones sobre salud pública “sin evidencias”. En su opinión, los cigarrillos electrónicos podrían servir para reducir el daño que produce la epidemia de tabaquismo, en forma similar a cómo se utiliza la metadona para contrarrestar la adicción a la heroína. Para Stimson, los cigarrillos electrónicos no deberían ser regulados como fármacos o como derivados del tabaco, sino como productos de consumo recreacional.

“Es posible que el cigarrillo electrónico ayude a dejar de fumar o a fumar menos, pero el problema es que todavía no hay estudios fidedignos que nos digan que las sustancias que contiene el cigarrillo electrónico y el vapor que emite sean inocuos”, subraya Horacio Zylbersztejn, jefe de Unidad Coronaria del Hospital Pirovano y director del área de Investigaciones de la SAC. “Además, hay que tener en cuenta que el cigarrillo electrónico estimula que los jóvenes que no son fumadores adquieran ciertos hábitos ligados a la adicción tabáquica, como las conductas automáticas, entre ellas, la de los movimientos de las manos”, dice el experto argentino en tabaquismo.

La enorme mayoría de los especialistas se alinean con la OMS. El vapor emitido por los cigarrillos electrónicos, subrayan, no es agua pura y puede contener sustancias dañinas para los usuarios y los que los rodean. “Si bien los niveles de tóxicos contenidos en el aerosol de los cigarrillos electrónicos son mucho menores que en el humo del cigarrillo tradicional, existe igualmente una exposición pasiva”, señalan los expertos de la AHA.

Para la cardióloga Adriana Ángel, miembro del Consejo de Epidemiología y Prevención de la SAC, hay que evaluar tres cuestiones en relación con el cigarrillo electrónico: el mecanismo de la adicción cerebral de la nicotina, que provoca dependencia física y tolerancia; la toxicidad del contenido; y los aspectos psicológicos y sociales.

“Si bien el cigarrillo electrónico tiene menos nicotina que los tradicionales, el hecho de usar un mecanismo de inhalación promueve la adicción física y, aunque no tiene tantas sustancias tóxicas, tiene algunas que hacen daño”, insiste Ángel. En cuanto al acto psicológico y social de fumar, la cardióloga advierte que “el cigarrillo electrónico vuelve a instalar la dinámica que tanto nos cuesta erradicar; hay que evitar la normalización del gesto de inhalar un cigarrillo”.

Objetivo: dejar de fumar

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La cuestión del cigarrillo electrónico como opción para dejar de fumar también genera debates. En verdad, no hay evidencias claras de que los que recurren a los cigarrillos electrónicos dejen de fumar más que los que utilizan otros métodos, como los parches de nicotina o fármacos, bajo supervisión médica.

Un estudio realizado el año pasado, publicado en The Lancet, sugirió que los cigarrillos electrónicos pueden ser tan efectivos como los parches de nicotina en personas que no cuentan con un soporte profesional, aunque los autores reconocen que hacen falta más ensayos para confirmarlo. En cambio, otro estudio, basado en encuestas y publicado en marzo pasado en JAMA Internal Medicine, encontró que los usuarios de cigarrillos electrónicos no redujeron o abandonaron el tabaco más que otros fumadores.

Hay muy pocos estudios que hayan examinado los efectos cardiovasculares de los cigarrillos electrónicos. Según la AHA, los pacientes con antecedentes cardíacos o de ACV, o con riesgo elevado, deben recibir una intervención intensiva para dejar de fumar.

“Si uno tiene un paciente severo que no puede dejar de fumar, tal vez se pueda utilizar el cigarrillo electrónico, pero siempre bajo vigilancia médica y en un entorno clínico”, señala Ángel, médica del Consultorio de Cesación Tabáquica del Hospital de Clínicas. “De todos modos, hay que subrayar que existen opciones que cuentan con evidencia de efectividad y seguridad, como los fármacos veraniclina o bupropión y la terapia de sustitución (nicotina suministrada en bajas dosis a través de parches, chicles o sprays). Lo importante es usar estos métodos con asesoramiento”, subraya la cardióloga.

El uso de fármacos y terapias de sustitución de nicotina duplica o triplica la probabilidad de dejar de fumar. Con todo, las recaídas son frecuentes. De las personas que comienzan un tratamiento de cesación tabáquica y logran dejar de fumar, solo el 30% se mantiene sin consumir tabaco a los 12 meses, según informa Zylbersztejn.

En cuanto a la propuesta de la OMS, los especialistas argentinos se muestran de acuerdo. “Hasta tanto no se sepa cuál es su efecto sobre la salud y su utilidad para dejar el tabaco, no hay que usar los cigarrillos electrónicos”, dice Adriana Ángel. Horacio Zylbersztejn señala la sospechosa participación de las empresas tabacaleras en la promoción de los cigarrillos electrónicos y concluye: “No hay que usarlos hasta no disponer de evidencias científicas, como con cualquier medicamento”.

En Argentina

El 27% de los adultos argentinos fumaba en el año 2009, cuando se hizo la Segunda Encuesta Nacional de Factores de Riesgo Cardiovascular. Si bien las restricciones para fumar en espacios públicos ayudaron a disminuir el tabaquismo al 22,3% de la población adulta, según la última encuesta del 2012, aún la cifra sigue siendo alta. También preocupa que el 22% de los adolescentes argentinos fume, según informa la cardióloga Adriana Ángel, quien subraya la existencia de numerosas herramientas efectivas para dejar de fumar en la Argentina. El cigarrillo electrónico no es una de ellas.

De hecho, la importación, comercialización y publicidad de cigarrillos electrónicos están prohibidas en el país desde 2011 por una disposición de ANMAT.

 

 

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