Entrevista a Valentín Fuster

“Tengo mucha esperanza en la gente joven”

Por Alejandra Folgarait

[column col=”2/5″]SAC 2015: Entrevista a Valentín Fuster[/column]

Comparada con su legendaria fama, la silueta de Valentín Fuster parece menuda. Pero basta aproximarse al director del Instituto del Corazón del Hospital Mount Sinai, de Nueva York, para notar su fuerte autoridad. Hasta el abundante pelo canoso se mantiene firme en la cabeza del cardiólogo, que está siempre rodeado de admiradores.

Es la mañana del jueves en que empieza el 41° Congreso Argentino de Cardiología, y Fuster está en Buenos Aires para dar la conferencia inaugural, que tratará sobre “Corazón y cerebro”. Pero faltan dos horas para ello, y el médico nacido en Barcelona hace 72 años sigue escribiendo papers y cumpliendo con su trabajo de editor del JACC en la habitación del hotel de Retiro, donde se aloja.

Su inagotable capacidad de trabajo es tan proverbial como sus frecuentes viajes profesionales. Se dice que no permanece más de una noche en una ciudad, y Buenos Aires no es la excepción. Por eso, la cita temprana para la entrevista está estrictamente determinada por el reloj.

Ex jugador de tenis profesional, casado y con dos hijos (uno músico, otra arquitecta), Fuster se acerca al lobby con paso atlético, pide una gaseosa light en el bar, que apenas beberá, y mordisquea unas nueces, mientras advierte que detesta las preguntas generales pero le encanta hablar sobre cuestiones puntuales.

Impaciente pero afable, el famoso cardiólogo se muestra contento de estar en la Argentina. “Viajo una vez por semana de Nueva York a Madrid, pero trato de hacerme siempre un hueco para venir a Buenos Aires –dice, con fuerte acento castizo- porque me invitan amigos y aquí me escucha mucha gente. Yo no vendría para hablar frente a 50 ejecutivos, pero si uno puede hablar a una sala llena, quizás puede producir algún impacto. Por eso hago el esfuerzo de venir por un día”.

– Usted está muy involucrado en un programa que se propone influir en los hábitos saludables de los niños. ¿Alcanza con la educación para tener un impacto en la salud cardiovascular?

– Es sabido que los niños captan rápidamente lo que dicen los adultos y ahora se está demostrando que la razón por la que los niños aprenden, por ejemplo, más fácilmente un idioma es porque los centros cerebrales de los niños no están todavía conectados entre sí y entonces reciben mensajes en forma más intensa. Es una cuestión de desarrollo cerebral. Estoy trabajando con el grupo de Barrio Sésamo, y ellos tienen datos que sugieren que lo que se les enseña a los niños entre los 3 y los 6 años tiene mucha influencia en su conducta posterior. Empezamos en Bogotá, Colombia, con 2.000 niños a los que randomizamos para un estudio control-intervención. Les dimos 70 horas durante seis meses enseñándoles cómo funciona el cuerpo para que entiendan el funcionamiento del ejercicio físico y la dieta, y también para que aprendan a decir que “no” cuando se les presentan drogas o tabaco. Los seguimos durante 3 años y los resultados han sido fascinantes en cuanto a conocimientos, actitudes, hábitos. En España, hicimos un estudio similar pero no sólo miramos aspectos ligados al conocimiento y a las actitudes sino también biológicos, como la piel, la adiposidad. Ahora que tenemos estos dos grupos, que suman 4.000 niños, los tenemos que seguir hasta los 20 años porque hoy podemos decir que tenemos impacto, pero la clave es ver qué ocurre más adelante. Además, ya estamos haciendo otro estudio en Estados Unidos, con 1.000 niños de Harlem de tres grupos socioeconómicos diferentes. Lo fascinante para mí es ver que los mejores resultados los tenemos con los niños de familias de nivel socioeconómico más bajo.

– ¿Qué pasa en una sociedad donde constantemente hay un bombardeo para consumir cosas que van en contra de los mensajes de prevención cardiovascular?

– Nos estamos dando cuenta de que este bombardeo es para los adultos, pero los niños tienen mucha influencia sobre ellos. Cuando los niños le dicen a los padres que han de cuidarse, que hagan ejercicio, que dejen de fumar, se produce un efecto muy interesante. De todos modos, el efecto de la interacción entre los niños y los adultos lo hemos visto más en Colombia que en España. Yo creo que tenemos que entrar en los niños.

– ¿Es diferente hacer investigación en los países del Primer Mundo y en los no desarrollados?

– Es igual. Hay tantos mitos… todo lo que estoy aprendiendo ahora es lo contrario de lo que me dijeron. Estamos trabajando en Kenia, en la isla de Granada, podemos enseñar mucho a los países avanzados.

– ¿Cómo se hace un programa de prevención a gran escala?

– Hay tres eslabones. La gente que trabaja en esto tiene que ser gente apasionada, y sentirse protagonista del trabajo. La segunda fase es cuando la gente de un lugar toma las riendas del proyecto en forma voluntaria. La tercera fase es cuando los políticos ven los resultados positivos y respaldan el proyecto. Así, en Colombia hoy trabajamos con 25.000 niños y en España, con 75.000. Nosotros desarrollamos científicamente el concepto, lo publicamos en revistas de primer nivel y los políticos nos respaldan. También aplicamos otras estrategias. Hemos usado el concepto de “marketing” en Kenia, donde hay mucha hipertensión. Llevamos aparatos de presión y los vecinos los usan para tomarles la presión a otros, y luego pasan los datos a través de teléfonos inteligentes. Gracias a este programa, hoy todos hablan de hipertensión en Kenia. En la isla de Granada, en cambio, usamos un concepto muy similar al de Alcohólicos Anónimos para hacer terapia de grupo.

– Por lo que escucho, hoy está más interesado en la salud pública que en la ciencia básica, que es por donde empezó en la Medicina.

– No, está equivocada. Todos mis proyectos son científicos. Por ejemplo, en Harlem, analizamos el ADN de la saliva de los niños y hacemos su mapa genético. Queremos saber cómo es la conducta de los niños antes de empezar la intervención. Luego veremos si hay cambios genéticos ligados a los cambios de conducta.

– ¿Quiere decir que están evaluando los cambios epigenéticos provocados por la intervención educativa?

– Sí. Sabemos que la estructura genética está ahí, pero unos genes funcionan un día, y otros funcionan otros días. Es muy interesante ver si los cambios en la conducta de los niños cambian la conducta de los genes. Lo que quiero decirle es que yo soy un científico. Y si los políticos han escuchado, es porque todos los estudios que hacemos son randomizados.

– ¿Qué pasa con la influencia de la industria en este sentido?

– La industria es necesaria pero es secundaria en este aspecto. En Kenia, la industria nos ha ayudado dándonos los aparatos de presión automática, pero eso fue todo. También la industria nos ha ayudado a hacer la polypill. La industria es un medio, no un fin. El objetivo final es cambiar la conducta de la población. El problema de la epidemia cardiovascular es que está muy enraizada la conducta de negligencia, no nos creemos que somos vulnerables.

– Usted viene de una familia de médicos, su padre era psiquiatra. ¿Qué ha cambiado en la Medicina con el tiempo y los avances tecnológicos? ¿Se ha deshumanizado?

– En los últimos 100 años ha habido tres fases en la Medicina. En la primera, el médico estudiaba Medicina porque quería ayudar a la sociedad. Estudiando la biografía de mi abuelo, que fue presidente de la Universidad a principios del siglo XX, esto se ve muy claro. En la segunda fase, la Medicina se tecnifica, y esto ha llevado a un problema: el médico escucha más a la tecnología que al enfermo. Además, ha entrado un aspecto de financiación que ha transformado al médico rural o de familia en una persona más pendiente de la situación económica, y aparece también la influencia de la industria farmacéutica y de tecnología médica. Ahora creo que estamos entrando en una fase tercera muy interesante, en la que todos nos estamos dando cuenta de que tenemos que prevenir esta enfermedad, más que atacarla. La gente joven, de nuevo, quiere cambiar el mundo; tengo muchos residentes que quieren trabajar en la promoción de la salud. Es como decir “aquí tengo la oportunidad de hacer algo”. Antes los médicos íbamos del nacimiento a la vejez; ahora vamos de la vejez al nacimiento, cada vez antes y antes para tratar de que no se llegue a la enfermedad.

– Al mismo tiempo, la población envejece y la gran preocupación hoy es el cerebro y la calidad de vida al envejecer.

– Precisamente, si uno se cuida a edades tempranas, la enfermedad cerebral disminuye. Porque ahora vemos que los factores de riesgo que afectan a las grandes arterias, también afecta a las pequeñas del cerebro, y se asocian a la demencia senil y el Alzheimer. La calidad de vida en el adulto, y la de su mente, depende mucho de si la persona se ha cuidado o no. Tenemos que pasar a una medicina traslacional en términos sociales. Yo tengo mucha esperanza en la gente joven, que están saliendo desde abajo.

– Un médico residente que se está formando hoy en Cardiología, ¿qué tendría que hacer?

– Yo le diría que la enfermedad es muy cara de tratar y que tenemos que ir más y más a promover la salud lo máximo posible. Segundo, tenemos que interpretar mejor al enfermo. No se trata de ir en contra de la tecnología sino a favor de la parte emocional de los pacientes. Tiene que haber un cambio radical aquí, hay que escuchar a los pacientes como humanos en su totalidad. Pero la gente joven se está dando cuenta y la salud está cambiando hacia el trabajo en equipo. El médico es parte de un sistema.

– ¿No se creen los médicos un poco superiores al resto?

– No o, al menos, quiero creer que no. Yo creo que todos somos iguales, y cada uno tiene un papel en la sociedad. Yo estoy en un hospital en el que trabajan más de 10 mil personas, pero no me siento solo en la cúspide tomando decisiones, yo estoy en la calle, veo muchos pacientes. El médico hasta ahora tenía un rol en todo, pero hoy somos sólo un eslabón en un equipo, integrado por enfermeros, técnicos y muchos otros. Toda esta historia de los médicos legendarios o celebridades no existe para mí.

– Usted viaja de Nueva York a Madrid todas las semanas, y tiene una parte suya en Estados Unidos y otra en España. ¿Dónde se ve retirado?

– Yo no me veo retirado.

Valentín Fuster se ríe por primera vez y se le ilumina el rostro con picardía. “Tengo dos personas que me siguen como un isótopo. Están entrenados para que el día que me vean decir tonterías, me lo digan. Ese día sí que me retiro, no question”, desliza con una sonrisa, mientras da un vistazo a su reloj. Lo esperan 10.000 médicos en el Congreso Argentino de Cardiología. Tiene mucho para enseñarles.

Perfil de un maestro

Valentín Fuster nació en Barcelona, en 1943.
Estudió Medicina en España.
Hizo un posgrado de Cardiología en Gran Bretaña.
Trabajó en la Clínica Mayo, de Estados Unidos, durante 12 años.
Presidió la American Heart Association y la World Heart Federation.
Es el director del Heart Institute del Mount Sinai Hospital, de Nueva York.
También es director general del centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares Carlos III (CNIC) de Madrid y la Fundación SHE (Science for Health and Education).
Fue distinguido con el título de Doctor Honoris Causa por 30 universidades.
Es editor en jefe del Journal of the American College of Cardiology (JACC).
Ha publicado más de 900 artículos científicos sobre enfermedad coronaria, aterosclerosis, trombosis y prevención cardiovascular.

 

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