1 de cada 10 personas es obesa en el mundo

Por Alejandra Folgarait

[column col=”1/4″]1 de cada 10 personas es obesa en el mundo[/column]

La prevalencia de sobrepeso y obesidad está aumentando en todo el mundo, advierte un nuevo estudio que analizó datos de 195 países entre 1980 y 2015. Lo más sorprendente quizás sea que no hace falta tener un diagnóstico de obesidad para morir por causas relacionadas con ella. Alcanza con tener exceso de peso, descubrieron los investigadores norteamericanos.

El reciente estudio epidemiológico, publicado en el New England Journal of Medicine, reveló que 2.000 millones de niños y adultos sufrían en 2015 problemas ligados a la obesidad (enfermedad cardíaca, diabetes tipo 2, ciertos cánceres). Sin embargo, de las 4 millones de muertes anuales atribuidas al sobrepeso, el 40% no correspondían a personas clínicamente obesas.

La obesidad hoy mata a más gente en el mundo que los accidentes de auto, el Alzheimer y los ataques terroristas juntos. La tasa global de mortalidad vinculada al alto Índice de Masa Corporal (IMC) aumentó un 28,3% (de 41,9 a 53,7 muertes por cada 100.000 habitantes) entre los años 1990 y 2015. En cuanto a los años de discapacidad asociados a un alto IMC, aumentaron un 35,8% en los 25 años analizados.

Si bien en algunos países desarrollados la tendencia a la obesidad y sus consecuencias en términos de mortalidad se han estabilizado en los últimos tiempos, en los países pobres estas cifras crecen a pasos agigantados, incluso en lugares siempre asociados con el hambre, como algunos países africanos.

“El estudio publicado en NEJM es importante porque llama la atención sobre un problema del que los médicos, la sociedad y el Estado tenemos que ocuparnos más, ya que no reconocer a la obesidad como enfermedad contribuye a la epidemia”, señala la cardióloga Mónica Díaz, ex directora del Consejo Argentino de Hipertensión Arterial. “Metodológicamente, el estudio se basa en el IMC, pero la talla y el peso para obtener el IMC se midió en algunos pacientes y en otros fueron autorreferidos por ellos, lo cual no es ideal. Tampoco se puede considerar que todos los pacientes con el mismo IMC tienen el mismo riesgo de desarrollar complicaciones cardiovasculares; existen diferencias de raza, de lugar de residencia así como también de estado socioeconómico”, agrega la cardióloga de la SAC. De todos modos, agrega Díaz, “el estudio es positivo, porque llama la atención sobre el tema”.

“La obesidad es una enfermedad y hay que tratarla como tal”, insiste Díaz. “En 1995 ya la Organización Mundial de la Salud advertía sobre la epidemia, pero le prestamos poca atención. Hoy es imprescindible que todos hablemos del problema de la obesidad y el sobrepeso, en los consultorios, en los medios de comunicación y en las escuelas”.

La mala alimentación (comida ultraprocesada, alimentos con exceso de grasas y azúcar, gaseosas) y el sedentarismo contribuyen significativamente a la “pandemia” de obesidad que afecta al 10% de la humanidad.

“La facilidad de acceso a alimentos densos en energía, junto con el intenso marketing de estos productos, podrían explicar la excesiva ingesta calórica y el aumento de peso en diferentes poblaciones”, escribieron los investigadores de la Universidad de Washington que lideraron el estudio publicado en NEJM.

“La gente come mucho y mal, y no se mueve, lo que genera el desarrollo de sociedades tóxicas que facilitan la aparición de obesidad”, afirma Díaz. “Actualmente, vemos que la hipertensión y la diabetes tipo 2 se presentan más tempranamente, y eso tiene que ver con la obesidad”, apunta la especialista, que forma parte del Comité Editorial de la Revista Argentina de Cardiología.

Cifras preocupantes

Estados Unidos es hoy el país con mayor prevalencia de obesidad: 13% de los adultos y niños tienen un IMC mayor a 30, que es lo que define a la obesidad. En Egipto, el 35% de los adultos son obesos, una de las cifras más altas en el mundo. En cuanto a la Argentina, la última encuesta oficial sobre factores de riesgo cardiovascular, realizada en 2013, mostró que más del 20% de los adultos argentinos son obesos y 1 de cada 3 niños tiene sobrepeso.

Los varones argentinos presentan mayor prevalencia tanto de sobrepeso como de obesidad que las mujeres, al igual que las personas de 50 años y más en comparación con los más jóvenes. Las personas con menos nivel educativo tienen más sobrepeso y obesidad que el resto.

Según refiere el Ministerio de Salud de la Nación, gran parte de la carga de enfermedades no transmisibles pueden atribuirse al exceso de peso: 44% de los casos de diabetes y el 23% de las cardiopatías isquémicas están ligadas al sobrepeso y la obesidad. De hecho, el trabajo publicado en NEJM revela que más de dos tercios de las muertes relacionadas a un alto IMC se debieron en los últimos 25 años a enfermedades cardiovasculares.

Las personas obesas tienen mayor riesgo cardiovascular aún cuando muestren un perfil metabólico sano, según otro reciente estudio, presentado en el último Congreso Europeo de Obesidad. “La llamada ‘obesidad metabólicamente sana’ no es una entidad sin riesgos”, advirtió el epidemiólogo Rishi Caleyachetty, de la Universidad de Birmingham, uno de los autores del análisis de 3,5 millones de historias clínicas que encontró un 50% de aumento de riesgo de enfermedad coronaria y el doble de riesgo de insuficiencia cardíaca en personas obesas sin anormalidades metabólicas, comparadas con adultos con peso normal.

Por su parte, un estudio sueco advirtió que el sobrepeso y la obesidad en mujeres embarazadas aumentan el riesgo de defectos congénitos –especialmente malformaciones cardíacas- en sus bebés. Cuanto más severo el exceso de peso de la madre, más riesgo para el feto por nacer. Los expertos recomiendan iniciar un programa de descenso de adiposidad antes del embarazo.

Alerta por obesidad infantil

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Desde 1980, la obesidad se duplicó en 73 países. La situación es especialmente alarmante en niños y jóvenes, en quienes la obesidad se triplicó en muchos países, como Brasil, China e Indonesia. Un inicio temprano de la obesidad se trasladará posiblemente a una mayor incidencia de diabetes tipo 2, hipertensión y enfermedad renal crónica cuando los niños crezcan, advierten los expertos.

En una reciente presentación de UNICEF y OPS en la Argentina, se dio un alerta sobre los riesgos de la obesidad infantil en el país. Según datos recientes, el sobrepeso y la obesidad aumentaron alrededor de un 30% en los niños argentinos entre 1989 y 2015, mientras que ambas categorías se incrementaron más de un 10% en las niñas. Además, según Unicef, el exceso de peso es 31% más frecuente en niños que tienen un nivel socioeconómico bajo que en los chicos de alto nivel socioeconómico.

La Encuesta Nacional de Salud Escolar, realizada en 2012, mostró que la prevalencia de obesidad en estudiantes de 13 a 15 años fue de 3,9% y que la prevalencia de sobrepeso fue de 28,6%. Asimismo la prevalencia de obesidad en niños de 6 meses a 6 años medida en 2005 fue 10,4%, según informa la médica pediatra y cardióloga infantil Eliana Ariet Medela, presidente del distrito Comahue de la SAC.

“El aumento del consumo de bebidas azucaradas y productos hiperprocesados es un determinante clave, así como los patrones de comportamiento y hábitos poco saludables”, subraya Ariet. “Niños y jóvenes hiperocupados, hiperconectados a la tecnología, con poco tiempo de esparcimiento real, con estilos de vida muy fast, contribuyen a la formación de adultos con comportamientos de riesgo”, explica la cardióloga infantil.

Se han propuesto distintas estrategias para reducir la obesidad en los niños, desde los kioscos saludables en las escuelas hasta aumentar los impuestos de las gaseosas –Argentina tiene el mayor consumo en el mundo de estas bebidas azucaradas-; disminuir la publicidad de comida chatarra para los más chicos; enseñarles a leer las etiquetas nutricionales de los alimentos desde pequeños; subsidiar alimentos saludables; y aumentar las horas de actividad física en los colegios primarios y secundarios. También se investiga actualmente el uso de prebióticos (por ejemplo, fibras) en niños con sobrepeso para modificar el microbioma intestinal, con resultados prometedores.

Recientemente, la USPSTF (U.S. Preventive Services Task Force) de Estados Unidos acaba de recomendar que todos los pacientes pediátricos de 6 años o más sean estudiados para obesidad. Aquellos con un percentil del 95% o más en el IMC por sexo y edad deben ser tratados mediante intervenciones conductuales intensivas para ayudarlos a perder peso.

“Todo suma”, señala la cardióloga Mónica Díaz. “Pero en la Argentina necesitamos investigación médica, educación de la población y políticas públicas que consensuen con la industria alimenticia para poder combatir esta enfermedad”. Por su parte, Eliana Ariet agrega que falta más lactancia materna y políticas que la promocionen, jugar a la pelota en la canchita del barrio, correr en el recreo, saltar la soga, trepar a los árboles, comida hecha en la casa, tiempo en familia (olvidarse de internet, redes sociales, tablet). Falta más pensar en el futuro, y actuar en consecuencia”, enfatiza la cardióloga infantil.

Como sea, la obesidad debería ser diagnosticada tempranamente en los niños y su tratamiento debería ser de tanta importancia preventiva como la vacunación, según la World Obesity Federation. Si no se le pone un freno a la obesidad creciente, se estima que la hipertensión y la diabetes tipo 2 crecerán un 60% en el año 2025. “La obesidad empujará a las enfermedades cardiovasculares hacia arriba y a la expectativa de vida hacia abajo”, alerta Díaz. “Los cardiólogos tenemos que conocer a la obesidad como enfermedad y como un factor de riesgo cardiovascular”, concluye la especialista de la SAC.

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