Corazón, yin y yang. Una mirada a la medicina china

Se atribuye al Emperador Amarillo Huangdi, el último de los emperadores celestiales, la invención de la medicina tradicional china (y también la de la rueda, el calendario y la astronomía), unos 2600 años A.C. Sin embargo, el Libro del Emperador Amarillo, que reproduce diálogos entre el Emperador y los médicos reales Qi Bo y Lei Gong parece datar de solo 100 a 200 años antes de nuestra era. Son más antiguos grabados en caparazones de tortuga y huesos de búfalo y ciervo, de los siglos XVI a XI A.C. (dinastía Shang) que se refieren, entre otros, a enfermedades en el pecho y problemas cardíacos.

A Laozi (Lao Tse en la antigua grafía) se adjudica la redacción del Dao De Jing (Tao Te King, el libro del Tao), en el siglo VI A.C. Si bien hay controversias sobre la existencia real de Laozi, el Dao De Jing rigió durante siglos la vida cultural y espiritual de China, y sus enseñanzas se propagaron por todo el mundo. La medicina china tradicional creció bajo su influjo. Y es un elemento central de la misma comprender que el hombre y el universo son uno. El tao es la energía universal que lo impregna todo y da forma a todo. Es el soporte del mundo físico. Todo lo existente es uno, y por lo tanto la separación, la individualidad, son ilusión. Yin y Yang son conceptos fundamentales del taoísmo, que expresan la dualidad de todo lo existente: luz-oscuridad, cielo-tierra, masculino-femenino, bien-mal. Hay Yin en el Yang y Yang en el Yin, y todo puede convertirse en su contraparte, y en todo conviven una condición y su opuesto.

Hay para dicha medicina órganos Zang, sólidos y de naturaleza Yin (por ejemplo corazón, riñones, bazo) y órganos Fu, huecos y de naturaleza Yang, que son su pareja, su contraparte, como el intestino delgado, la vejiga, el estómago. En un sistema de meridianos, a cada órgano Zang corresponde uno Fu. Así, por ejemplo, el corazón hace pareja con el intestino delgado. Además, cada órgano Zang se vincula con un órgano sensorial. En el caso del corazón es la lengua.

Los chinos aceptaron la relación entre el corazón y la circulación de la sangre mucho antes que Harvey la introdujera en la medicina de Occidente. Como en otras civilizaciones, el corazón era para la medicina china no solo el corazón físico sino también fuente de varias funciones psicológicas. Por eso, se admitía que “dominaba” la sangre y los vasos (en su carácter de órgano físico) y se “manifiestaba” en la cara (porque su debilidad se traduce en palidez). Pero también que albergaba la mente, el Shen, que puede ser traducido como espíritu, conciencia, pensamiento fundamentalmente emocional. Un buen Shen implica la capacidad de pensar, recordar y dormir. Por eso, la larga lista de padecimientos vinculados con el mal funcionamiento del corazón va desde la fatiga y la frialdad de las extremidades (por estancamiento de sangre en el corazón, déficit de Yang) hasta la depresión, la ansiedad y las palpitaciones (por déficit de Yin). Un estado patológico adicional es el de “la flema rociando la mente”, cuando la mala circulación sanguínea repercute sobre el cerebro, y se pierde la conciencia de sí y de los demás. Era tal la importancia que daban a la circulación de la sangre que el diagnóstico y pronóstico de las enfermedades reposaba en el estudio del pulso: su fuerza o debilidad, regularidad o no, características especiales (fino como un cabello, profundo como un pozo, suave como una pluma). En total, más de 50 pulsos y 200 variaciones.

Así como los antiguos griegos consideraron la existencia de 4 elementos de los que estaban hechas todas las cosas (agua, aire, tierra y fuego), para los chinos esos elementos eran 5: agua, tierra, fuego, madera y metal. Pero el concepto de pasaje o transición era esencial: no se trataba de objetos sino de estados en continuo movimiento, y al mismo tiempo con una dirección concreta. Como en la naturaleza, en el cuerpo cada uno de los elementos se manifiesta en la salud y la enfermedad. Los 5 elementos están vinculados en relaciones de destrucción y generación: el agua apaga el fuego, el fuego calienta el metal, el metal corta la madera, el arado de madera abre la tierra, un dique de tierra detiene el curso del agua. Pero también, gracias al agua crecen los árboles, cuya madera alimenta el fuego que crea cenizas que cubren la tierra, y de la tierra surgen los metales, que cuando son calentados fluyen como el agua.

El agua humedece y tiende a descender (baja el agua desde la cumbre de las montañas rumbo al mar). El órgano vinculado con el agua es el riñón. Si el riñón funciona mal hay sequedad de lengua y garganta, y el agua al descender genera edemas. La madera, que proviene del árbol, se expande y es capaz de crecer en forma recta; sin embargo, como en los árboles su crecimiento no es infinito, y sabe doblegarse. El órgano que la representa es el hígado, que debe crecer para cumplir su función, pero que puede restringirse para almacenar la sangre. El metal es la materia prima de las armas que sirven para protegerse y matar. El metal es también el agente del cambio. El órgano correspondiente es el pulmón, capaz de ventilar (protección) y eliminar impurezas (matar). La tierra se vincula con la siembra y la cosecha, con expandirse, acumular y cambiar (de semilla a fruto). Entendieron los chinos que el órgano que cumplía función similar es el bazo, al que creían capaz de transformar los alimentos, y asegurar su provisión al resto del cuerpo.

¿Y el fuego? El fuego es calor, y (como la lava de los volcanes, o el humo) tiende a ascender. El órgano correspondiente es, ¡por fin!, el corazón, que impulsa y distribuye la sangre. Y como le corazón habla por la lengua, cuando haya salud la lengua será rosada; una lengua pálida habla de un corazón insuficiente, una oscura o grisácea de estancamiento de sangre en el corazón, una roja o con úlceras, hiperactividad o exceso de fuego (más de 30 matices de color podían describirse en la lengua expresando mayor o menor cercanía a la muerte). Fuego y agua deben encontrarse en equilibrio, y ello habla de la relación entre corazón y riñón. Cuando no hay acuerdo el fuego del corazón asciende y genera cefalea, el agua desciende y origina edemas. El desequilibrio del corazón conduce a la euforia, la sobreexcitación y la alegría sin medida.

Como otras, distantes civilizaciones, los chinos vieron en el corazón más que el órgano motor de la sangre. Las armas terapéuticas de la medicina china tradicional (acupuntura, fitoterapia entre ellas) han sido cuestionadas en muchos de sus aspectos por la falta de rigor científico en su aplicación. La idea de que salud y enfermedad forman parte de un continuo y que sus relaciones son dinámicas, que más que la forma importa la función, así como el hincapié puesto en la alimentación y el equilibrio emocional son conceptos que, en cambio, tienen ahora validez universal.

Corazón, yin y yang. Una mirada a la medicina china

 
Jorge Thierer

Fuentes consultadas

Cristóbal Minguez Herrera http://china.globalasia.com/medicina-china/los-cinco-elementos-la-medicina-china

Cristóbal Minguez Herrera http://china.globalasia.com/medicina-china/historia-y-evolucion-de-la-medicina-china

Lois M Magner. A History of Medicine. Taylor & Francis Group 2005.

 

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